
Llámalo aldea, pueblo o como quieras; es ese rincón rural de mar o montaña, en el que has nacido, vives o has pasado buena parte de tu vida y que te enseña un montón de cosas que no se pueden aprender en ninguna otra parte.
– Tienes otra consideración del paso del tiempo y de las estaciones. Sabes que no hace falta reloj para identificar los momentos del día.
– El concepto “granja escuela” hace que te atragantes de risa.
– Miras con cierto desdén a los neorurales y te parece un poco ingenuo el sueño de “ dejarlo todo e irte a vivir al campo”. Tú sí que sabes lo dura y lo maravillosa que puede ser esa vida. Tú sí podrías hacerlo, pero no es para todo el mundo.
– El barbecho y la rotación de cultivos no son términos de clase de sociales o de una ingeniería de agrónomos, son conceptos con los que estás familiarizado desde siempre.
– Te dan un poco (mucha) de pena los perros que viven en ciudades.
– Sabes que no es necesario que un tomate tenga un certificado de cultivo ecológico para que sepa bien.
– Incluso has tomado hortalizas cultivadas con pesticidas y abonos que tienen mucho mejor sabor que los de cualquier cesta ecológica de las de a 5 euros el kilo.
– El calendario laboral no tiene que ser igual todo el año; sabes que siempre hay trabajo pero las urgencias no son de un minuto para otro, y que según los días sean más largos o menos hay tiempo para todo, para trabajar y para holgar.
– De la misma forma, sabes que hay obligaciones y dependencias de las que uno no puede tomarse jamás unas vacaciones.
– Si tienes delante un pedazo de pan eres capaz de apreciar todo lo que hay detrás: sabes que hay que cultivar el cereal, que crezca sano, recogerlo, molerlo para hacer harina, amasarlo y cocerlo. Ves el tiempo, la inversión y el trabajo que contiene.
– También eres capaz de apreciar todo el trabajo que hay detrás de una pastilla de jabón, pero menos.
– Reconoces lo que significan los distintos toquess de una campana de iglesia.
– El clima no es algo de lo que dependa tu plan del sábado o que sirva para tener una buena conversación en el ascensor: marca completamente la existencia.
– La lluvia es un engorro porque hay cosas que hay que hacer al aire libre aunque estén cayendo chuzos, pero si tarda mucho en aparecer, empiezas a preocuparte.
– Pueden decirte al azar el nombre de un vecino y lograrás en un momento establecer lazos familiares y laborales entre él y todos los vecinos de la parroquia.
– Te producen hastío los chistes sobre paletos y las gracietas a costa de la gente que es de pueblo.
– Pero tú sabes hacer unos cuantos muy buenos.
– De niño, tu medio de transporte básico es la bicicleta.
– Ser mayor de edad y no tener carnet de conducir no es una opción.
– Comprendes que tener una relación, si ya no de amistad, al menos cordial, con los vecinos es fundamental para tener una vida cómoda.
– Conoces el sabor de la leche recién ordeñada.
– De hecho, sabes ordeñar perfectamente.
– Has recogido huevos directamente del gallinero y sabes cómo se te quedan las botas tras hacerlo.
– Cuando visitas un museo etnográfico piensas que la mayoría de esas herramientas y aparejos tú los has visto en funcionamiento, vivos, no como piezas de colección.
– Conduciendo por carreteras secundarias vas preparado para tener que esquivar conejos, ovejas, vacas, caballos o jabalíes (y baches).
– Sabes que no hay nada comparable a secar la ropa al sol y al aire libre.
– O el olor a humo de las chimeneas de leña en otoño.*
– Valoras tanto el medio natural como encuentras ejemplos de despreocupación cuando no directamente de agresión hacia él a tu alrededor.
– Confiesas haber cogido fruta directamente del árbol de un vecino sin su permiso, so riesgo de desencadenar la tercera guerra mundial.
– Posees conocimientos de mecánica básica, carpintería, electricidad y fontanería, porque no puedes esperar a que alguien venga de 30 kilómetros a solucionarte la vida.
– El gps no te sirve para orientarte; no reconoce la mitad de los caminos que transitas habitualmente.
– Crees que una verbena popular en un prado puede ser más divertida que cualquier fiesta en el más exclusivo de los clubes.
– Puedes hacer un fuego, encender una chimenea y poner en marcha una cocina de hierro.
– Estás acostumbrado a hacer la compra en una de esas tiendas que venden igual botellas de ginebra que cordones de zapatos o esparadrapo.
– Has sido testigo de agrios enfrentamientos con los del pueblo de enfrente, que se merecen todo lo malo que les pase porque son unos mangurrianes.
– Conoces a infinitos personajes a los que les sentaría tan bien el adjetivo “genio” como el de “loco”.
– Sabes meter las marchas en un tractor.
– El día en el que Decathlon llegó a tu vida, tu armario cambió para siempre.
– Encontrarte con tus padres, abuelos y parientes cercanos saliendo de noche te parece lo más normal del mundo.
– Sabes que el silencio total nocturno en realidad no es tal, hay infinidad de sonidos en la noche que puedes reconocer.
– Lo único que te ha impedido ver las estrellas de noche son las nubes.
– Entiendes a la perfección el sentido de la frase “pueblo pequeño, infierno grande”, pero no cambiarías el tuyo por nada.
– Por el color y las formas, sabes que eso es cebada, trigo, triticale, ccenteno o mala hierba.*
Original: https://www.traveler.es/naturaleza/articulos/amor-rural-los-beneficios-de-tener-una-aldea-o-un-pueblo/6302